Averiguar el futuro del próximo minuto nos hará millonarios.

Adivinar el futuro ha sido una constante a lo largo de la civilización e historia de la humanidad.

Los objetivos han sido múltiples, pero sobre todo y el más importante es para tener una ventaja frente a los demás para ganar poder y dinero. Si tienes conocimiento de lo que ocurrirá, te podrás adelantar a tus adversarios en todos los sentidos.

Otra forma de conocer el futuro es el método inverso, o lo que es lo mismo viajar al pasado. Si puedes trasladarte a un tiempo anterior al presente, será como conocer un futuro que ya has vivido, y estaríamos en las mismas que si adivinas el futuro.

He escuchado muchas tonterías sobre la utilidad de poder viajar al pasado, como por ejemplo evitar desastres naturales y otras monsergas. Pero detrás de esta excusa paternalista en realidad se esconde el egoísmo más abyecto, y es precisamente el de viajar al pasado para, por ejemplo, jugar ese Euromillones que tenía 160 millones de bote, convirtiéndote así en un millonario más.

Y todo esto que estoy contando no aporta nada sobre lo que ya sabemos porque el poder de adivinar el futuro es algo que todos deseamos, igual que ser más guapos, más listos o más exitosos en la sociedad en la que vivimos. 

Ya sabemos que adivinar el futuro es complicado, por no decir imposible, pero antes de seguir tendemos que definir bien qué es el futuro. Y para ello partamos de los tres tiempos que definen el momento de los acontecimientos: pasado, presente y futuro.

Pasado, presente y futuro.

El pasado es el tiempo que dejamos atrás. Tenemos conocimiento de él, bien por experiencia propia, bien porque nos lo contaron, o bien porque quedó registrado de alguna forma. Tradicionalmente el modo de registrar el pasado era a través de libros escritos, obras de arte, o cualquier otro elemento gráfico. Hoy todo se registra además de mediante documentos escritos, con otros documentos sonoros o de vídeo.

El presente es el ahora, lo que vivimos de inmediato. El presente es sin duda consecuencia de las variaciones del pasado. Es al igual que el pasado un tiempo irreal, que en realidad no existe pues desaparece a cada segundo que pasa.

El futuro es el tiempo que vendrá. Hay quien dice que está escrito, y que por eso es posible anticiparse a él. O al menos eso es lo que aseguran los astrólogos (no confundir con los astrónomos) o los videntes que se ganan la vida echando las cartas del tarot.

Y deteniéndonos el en futuro, porque es el tiempo que ahora nos ocupa, la realidad es que no está escrito, ni se puede predecir, al menos en principio, porque no deja de ser consecuencia de la variación del presente. O si lo prefieres, producto de un conjunto de circunstancias de distinta índole que hace cambiar a nuestro presente. 

Por buscar un símil de física, digamos que son como esas fuerzas que hacen que un cuerpo cambie de trayectoria. El futuro sólo será distinto al presente si existen fuerzas que lo modifiquen.

Predecir el futuro. Parámetros temporales y espaciales. Control y determinismo.

Cuando hablamos de predecir el futuro tenemos que acotar el concepto pues no es lo mismo hacerlo respecto a los próximos minutos, que de aquí a cinco años. Lo mismo para el ámbito espacial, porque no es lo mismo intentar averiguar qué futuro deparará a nuestro entorno más inmediato, que a otro situado a varios kilómetros de donde nos encontramos.

Por otra parte resulta muy fácil averiguar el futuro cuando una determinada situación está bajo mi control, o bien viene marcada por un patrón conocido y que nunca varía.

Respecto del control, yo puedo predecir qué numero saldrá del bombo del bingo, si manipulo dicho bombo y coloco una sola bola con ese número. En ese caso no soy adivino, sino que alguien que tenía el control de la situación, manipuló la máquina para que obtuviese un determinado resultado.

Y si hablamos de determinismo, es fácil adivinar que tras el día llegará la noche, pues así lleva ocurriendo desde siempre. Ídem si pronosticamos que al soltar una piedra en el vacío, ésta caerá por efecto de la gravedad.

Pero lo que resulta difícil es adivinar un hecho que no se ajusta a un patrón determinado como el día y la noche, o que se escapa a nuestro control.

La dificultad de adivinar el futuro es directamente proporcional a la cantidad de tiempo, el espacio de juego y número de variables posibles.

Ya lo apuntamos en un párrafo anterior. Siempre hablamos de conocer el futuro de las cosas en genérico, cuando deberíamos realizar una acotación basada en el qué, en el cuándo, en el dónde y de cuántas opciones posibles contemplamos.

El qué definiría sobre qué cosa queremos saber. ¿Hablamos del tiempo meteorológico, de nuestras relaciones personales, de nuestro trabajo, de un determinado viaje? Dado que este canal va de juegos de azar y sobre todo de ruleta. El qué correspondería a la Ruleta.

El cuándo se refiere a cuanto tiempo queremos delimitar nuestro deseo de saber, a un año visto, un mes, una semana, una hora, un minuto.... Hay que tener en cuenta que cuanto mayor sea el tiempo, más variables actuarán sobre el acontecimiento que buscamos, y por tanto más difícil será de resolver.

El dónde se refiere al ámbito espacial. No es lo mismo intentar averiguar qué ocurrirá a tres metros a la redonda de nosotros en los próximos cinco minutos, a saber qué ocurrirá a cinco kilómetros a la redonda en esos mismos cinco minutos. Seguramente en nuestro entorno ocurrirán pocos cambios, pero a cinco kilómetros es posible que ocurran un montón de cosas. Y no digamos ya si hablamos en un área de cien kilómetros de radio.

Respecto al número de opciones quizás es el parámetro más importante, pues cuántas más opciones posibles sean, mayor será la dificultad. No es lo mismo tener que elegir entre dos opciones que entre tres, cuatro, cinco, etc.. a cada opción que añadimos, la dificultad aumenta de manera exponencial. 

Si sólo hay una opción, ya conocemos cual será el futuro, pues como se suele decir, no nos queda otra. Pero añadiendo una segunda opción la cosa se reparte al 50% entre cada una de ellas. Así es al menos en términos absolutos, pues pudiera ocurrir que existen condicionantes en cada opción que hacen que una sea más probable que la otra. 

Por ejemplo, si metemos en una saca diez bolas de billar, tres de las cuales son blancas y las siete restantes negras, está claro que la probabilidad de sacar una u otra se reparten al 30% y 70% respectivamente. Esto significa que si elegimos la bola negra como opción tendremos un 70% de acertar. Pero no es de esto de lo que hablamos, sino de eventos donde la probabilidad de éxito de cada opción se reparte por igual.

¿Para qué íbamos a querer adivinar el futuro? Objetivos. 

El objetivo de averiguar el futuro no será otro que enriquecernos por medio de lo que no deja de ser información privilegiada. Con ello mejoraremos nuestra calidad de vida, y seguramente podremos dejar de trabajar.

Pero para tal fin no es necesario saber qué ocurrirá de aquí a una semana. Ni siquiera de aquí a un día. Tampoco tendremos que irnos muy lejos, sino limitarnos a medio metro a la redonda que es la distancia que separa a nuestra vista de la pantalla del ordenador.

Sólo necesitamos un minuto para hacernos multimillonarios.

Sesenta segundos es lo que necesitamos porque en ese tiempo podemos resolver cosas tan sencillas como saber cuál será el próximo número que aparecerá en la ruleta, qué cartas tienen los adversarios en el juego del póker, o si se marcará un gol durante el partido que seguimos a través de nuestra plataforma de juego.

Hay quien piensa que lo mejor son 24 horas, y así poder averiguar, por ejemplo, los números de la Lotería Primitiva o mucho mejor el Euromillones. Pero como ya hemos explicado, si resulta complicado saber lo que pasará de aquí a un minuto, conocer el estado de las cosas dentro de veinticuatro horas es mucho más difícil. Por tal motivo seremos poco ambiciosos y nos limitaremos a saber qué ocurrirá de aquí a un minuto.

Y además lo intentaremos hacer lo más sencillo posible, limitando esa predicción a eventos que sólo tengan dos variantes, o si se prefiere, dos opciones. Hablamos por ejemplo sobre de qué color será el próximo número que aparecerá en la ruleta, si será par o impar, si será alto o bajo. O ya si nos referimos a las apuestas deportivas, elegiremos siempre apuestas de dos opciones, como por ejemplo ganador de partido de tenis, los famosos over under de goles en los partidos de fútbol, o si habrá o no tarjetas rojas durante el partido.

Pero es más, ni siquiera buscaremos conocer la respuesta exacta de si ocurrirá o no ocurrirá. Nuestro objetivo será averiguar la opción más dominante, que no siempre es la que elige el mercado de apuestas a través de las cuotas. 

Por ejemplo en un over under de 3,5 goles sería interesante conocer qué opción es más probable, pero a través de la precognición, y no del sentido común que es el que aplica el mercado a través de las cuotas. 

Porque obviamente el mercado establece mayor cuota, cuanto mayor sea dificultad del suceso. Pero como en un partido todo es posible, en términos absolutos es igual de probable que se marquen cero goles en cualquier partido que diez. Todo dependerá de cómo se desarrollen unos acontecimientos que desconocemos.

Busquemos un método eficaz para saber qué pasará de aquí a un minuto en nuestro entorno.

Elegiremos apuestas de dos opciones, cuya probabilidad de acierto en términos absolutos es del 50%. Sí, ya sé que en una apuesta deportiva juegan muchos factores estadísticos, en los que una opción suele tener a priori una mayor probabilidad, pero en teoría cualquier cosa puede pasar. Dejaremos los prejuicios estadísticos a un lado y nos centraremos en el acierto real.

Una herramienta que podemos utilizar es la ouija online de Mastropiero.



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